La edad, ese número

Números. Cifras que nos acompañan desde pequeños. Con ellos nos enseñan a contar y a realizar operaciones matemáticas sencillas al principio, más complicadas conforme el interés y capacidad del que las desarrolla.
Hay un número que se resiste a acompañarnos a lo largo de nuestra vida, parece que lo llevamos encima de la cabeza y en algunos momentos nos parece una losa: la edad.

Me serviré de una anécdota ajena a mí para hablaros al respecto. Hace unos días a mi buen amigo Noé le alquilaron un par de bicicletas. Los susodichos arrendadores eran un par de hermanos belgas que superaban los sesenta cada uno. Uno de ellos repetía la experiencia del año pasado, tan encantado, que decidió traerse compañero para disfrutar de la bicicleta de montaña.
Al igual que la anterior vez, pidieron un guía para hacer varios días de rutas por los senderos de nuestra querida Ardenya (para los que no lo conozcáis, una "pequeña" cadena montañosa en la zona de la Costa Brava).

Incansables escaladores ambos, con lanzamiento de pullas amistosas constante. Bajadas de vértigo que ni los más aguerridos se atreverían a hacer. Un rebose de energía puesto al servicio del pedal.

Comentaba uno de los hermanos que su "entrenamiento" consistía en cada día hacer aproximadamente unos diez kilómetros en bicicleta alrededor de su granja para atender las necesidades de la misma, más atender las necesidades de tal menester, claro.
El fin de semana, se permitía el lujo de hacer alguna ruta ya con tintes más deportivos...salvo eso, nada más. El propio desarrollo de su vida diaria era lo que hacía que estuviese más fuerte que el salfumán.
Para rematar con la anécdota, uno de los días que salieron se les unió a la ruta un octogenario alemán.
Comentaba Noé que en uno de los momentos de la salida, a éste último añadido le preguntaron: por qué no se compra una bicicleta eléctrica? Todos quedaron abrumados con su respuesta: compraré una cuando sea viejo.

Uno de los protagonistas de la anécdota. Foto cortesía de Noé Laguna.

Muchos dirán que es cuestión de echarle narices, pero al fin y al cabo, la edad no es más que un número! 
Creo firmemente en que somos de viejos lo que nos sentimos por dentro. He visto auténticos adolescentes que parecen decrépitos. Y he visto abueletes que tenían la actitud y energía de un chiquillo de doce años (recuerdo con cariño al abuelo de un amigo, que jugaba siempre con nosotros a fútbol y nos pegaba unos repasos de aúpa).
Obviamente hay circunstancias que nos pueden impedir el tener una actividad física "normal", cada uno tiene sus achaques. Yo no tengo las rodillas ahora igual que cuando tenía dieciséis años...pero oye, disfruto del monte más ahora que nunca. 
Pero la cabeza hace mucho, creo que en eso no hay discusión posible. Sentirse con ganas de hacer cosas ayuda, y después, que cada uno se mueva en función de sus posibilidades, pero pienso que jamás habría que parar.

Ahora cuando me muevo pienso en términos de longevidad, pero no de cualquier tipo, sino de disfrutar de una larga vida de la que pueda disfrutar a mi manera.

Y sí, ese número seguramente nos acompañe toda la vida encima de nuestras cabezas, pero cuando me subo a la bici y subo un puerto, de vez en cuando apreto para dejar atrás al muy cabrón. 


Comentarios

Las entradas más leídas