Rescatando escritos de mi "cuaderno de bitácora"
Ha sido una semana extraña en lo relacionado con el blog. Tengo en mente un montón de ideas sobre las que hablar, para exponeros, e intentar que os sea lo más entretenido y ameno posible el dejaros caer por aquí un rato, pero parece que a veces cuantas más herramientas tienes en el cajón, peor cierra hehe.
Andaba buscando unos documentos en la nube, cuando me topé con varias de las crónicas que escribía cuando salía con amigos a pedalear. Después las publicaba en mi perfil de redes sociales y parecía que a la gente le gustaba, aunque para que mentiros, el que disfrutaba como un niño era yo escribiéndolas y eso ya era premio suficiente de pasar un rato sentado enfrente del portátil.
Podría vivir algún día de escribir? Lo dudo. Pero se me ponen los dientes largos de pensar en vivir microaventuras en bici con una pequeña alforja y un portátil, pararme debajo de un árbol, y escribir ahí mis vivencias para los que quieren vivir un rato de aventura mientras están alrededor de un fuego, en casa, en un sillón. O por qué no, en vez de portátil, una libreta y un lápiz, que es más "romántico".
Estará Labordeta recorriendo el cosmos, parando en cada estrella a pedir una hogaza de pan astronómico y escribiendo en su libreta?
Cavilaciones aparte, os dejo aquí la crónica que hice en su día de una mañana de gravilleras por nuestro bello Baix Empordà.
Si estás leyendo
ésto en busca de velocidad, descensos vertiginosos, vuelo de
puñales, vatios y KOMs de Strava, siento desilusionarte, pero no lo
vas a encontrar aquí.
Ésta es la pequeña
historia de dos amigos que salen a pedalear sin pretensiones, a su
ritmo, disfrutando de cada golpe de pedal y parando a hacer fotos, a
tomar café y buscar buenas rutas en bicicleta tranquilas, pero
atrayentes a su vez.
Cada uno iniciaba su
día a su manera, y acordamos el punto de encuentro al lado de la
bola metálica del Fórum, que sirvió para un espectáculo, que
trajo el ayuntamiento de Calonge al municipio. Para otros, ése punto
de encuentro sería al lado del supermercado Aldi.
El primer reto del
día se presentaba en forma de pequeño puerto. Creo que por mucha
gente, incluso de fuera, es conocida la Ganga. Es una pequeña
carretera que serpentea, sube y baja, uniendo los municipios de
Calonge y La Bisbal. La verdad, es un buen atajo si quieres ir de uno
a otro, y pones las piernas a prueba. También se dice que aquí se
hacen buenos entrenamientos de series (doy fe), así que reúne un
poco de todo lo que se puede hacer, ir con tranquilidad o a cuchillo.
Subimos a buen ritmo
y con desarrollo alegre, para no ir atrancados. Me conozco bastante
bien ya ésta carretera, mi intención es darle un susto a Noé en un
intento de escapada...fallida, porque me equivoco de curva. Así que
ya me véis poco tiempo después intentando no perderlo siguiéndole
la rueda con la lengua lamiendo el asfalto.
La bajada era un
descanso después de apretar las piernas. Como siempre, Noé me va
dejando atrás, pero no tengo prisas, ya sé lo que hay. Se empiezan
a notar que las temperaturas van recuperando su cauce normal, y ésta
zona, al ser algo sombría, se echa en falta a veces algo que proteja
un poco contra el frío.
Serpenteamos en
llano después de la bajada, las Cruces de Hierro devoran quilómetros
sin parar, incansablemente, y vamos dejando atrás los carteles
informativos de las Vías Verdes.
No os comentaré
nada sobre nuestro paso por La Bisbal, pues ya sabéis lo que es
cruzar un pueblo: arranca, para, claxon, claxon, claxon. Que se
fastidien, la vida en bici es mucho mejor!
Nos adentramos por
pistas de tierra, las bicicletas se defienden de lujo. La verdad, por
momentos parece que estás haciendo ciclismo de montaña de la vieja
escuela, sin suspensiones ni historias, sólo las piernas y la
pericia de cada uno son lo que cuentan.
El arco de entrada a
Peratallada nos esperaba. Paramos a sacar algunas fotos y
recuperarnos (por decir algo) del tramo que habíamos hecho.
Proseguimos la ruta cruzando el pueblo entre sus paredes y el suelo
pedregoso, da la sensación de acercarse a Roubaix con tanto adoquín.
La próxima parada
del camino nos dejaría en Sant Feliu de Boada, bonito pueblo del
Baix Empordà. Aflojamos para deleitarnos con la vista, para acto
seguido adentrarnos por unos campos sin señalizar y llegar directos
a Pals, donde haríamos la segunda parada del día en forma de
avituallamiento.
Mientras tomamos el
café, grupos de transeúntes visitan el pueblo e intercambiamos
palabras con ellos.
El camino de vuelta
hasta Palamós lo haríamos por la Vía Verde señalizada, con pocos
incidentes salvo unos bancos de arena en los que quedo atrapado. Y
sufro un ataque de amor bestial de una perrita que iba con el dueño
de paseo, hasta que no la saludé, no me dejó continuar.
Justo antes de
llegar al destino de Noé, también me visitaría el Tío del Mazo,
dándome duro y dejándome en un estado “curioso” para los
escasos diez quilómetros que me restarían para llegar a casa...pero
que me parecieron los más largos de todas las rutas habidas y por
haber.
Quién dijo que que
hay que ser el más rápido? El cicloturismo tranquilo aporta
sensaciones que de otra manera no obtendríamos. Las Genesis
descansaban en sus refugios a la espera de la próxima aventura!
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