Fin del verano, sacando el polvo al teclado.

Ha llegado el otoño. Sí, es un hecho. Seguramente no ha pasado desapercibido por muchos, pero en fin, aquí estoy para avisar. El paso de las estaciones es como el tiempo, irremediable, irreversible.
Durante tres años consecutivos, mi fin del verano no ha sido marcado por el transcurrir del calendario. Yo mismo, sin pensarlo premeditadamente, he puesto mi fin de estación en un evento: la Marxa Popular del Escurçó. O simple, y llanamente, llamada con cariño por los lugareños como Escurçó, a secas.

La susodicha "bicha" transcurre por el valle de la localidad de Castell d'Aro (para los que no lo conozcais), en la Costa Brava. La Vall d'Aro acompaña a una preciosa cadena montañosa que amamos todas las gentes que residimos en la zona: las Gavarres. Y allí, a semejanza de pasar lista en clase, asistimos cada uno a su ritual anual.

El Escurçó, para mí, no es una carrera al uso. Ni siquiera lo considero una marcha popular. Es la excusa para juntarnos toda la gente de la zona que normalmente no nos vemos y disfrutar de una mañana de andar o correr por el monte, sin más. Cada individuo tiene sus motivaciones: unos preparan el Oncotrail que se celebra el mes siguiente, otros se "autoexaminan" de sus quehaceres de la época estival y están los que simplemente van a disfrutar de moverse un poco, charlar y pasar unas horas en la naturaleza.

Como no podía ser de otra forma, repetíamos compañía, y mi hermano de pisadas, barro y piedras, mi sherpa particular estaba a mi lado (un abrazo tet!) por tercer año consecutivo.

Os podría contar detalles de cada recodo, curva y matojo del camino, pero lo mejor es que un día os acerquéis y lo viváis por vosotros mismos.
Un recorrido que cambia año tras año, que es exquisito hasta en su distancia más corta. Se nota que los padres del Escurçó (un abrazo bungarmano!!!) lo quieren, miman y cuidan cada detalle de la criatura.

Subidas que te dejan sin aire (bueno, aunque los Asmatic Bros hacemos honor a nuestro nombre y los Ventolines acechan), bajadas de vértigo abiertas a golpe de hoz en plena montaña, secciones técnicas con piedras, lo tiene todo.
Pero para mí lo mejor es poder reunirme con mi compañero de fatigas y ver ese día a amigos y conocidos, en un ambiente distendido, como el de tomarse unas cañas una tarde o estar en un local social.

Sin duda ha sido la edición de la que más he disfrutado. Decidimos hacerla sin prisa, saboreando cada zancada y paso. Charlando con gente y disfrutando hasta de la compañía de perretes que acompañaban a sus compañeros de vida.

El único punto en contra que le veo, y es a nivel personal, es que cada vez me veo más alejado del participar en "carreras" o "marchas" como tal. A cada día que pasa, me veo más alejado del disfrute de colgarme un dorsal. Pero no tiene por qué ser malo, de lo que sigo disfrutando, es de grimpar (como se dice en mi tierra) por el monte.  

Con mi compañero de fatigas un año más. Gracias! Fotografía: Maribel Ramírez





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